“Nuestra primera experiencia con la escuela tiene más de una década. Cuando ya vivíamos en Urubamba unos meses, nos permitieron matricular a nuestras hijas. A partir de las amistades que hicieron y de la atención recibida desarrollaron una profunda conexión.
Sol y Luna es un lugar cálido, seguro, de aprendizaje y refugio, profundamente significativo para los niños y las personas que los apadrinan.
Los niños a los que apoyamos se han convertido en parte de nuestra familia extendida. Pensamos a menudo en ellos y celebramos las noticias periódicas sobre sus progresos. Estar involucrados en sus vidas es un honor para nosotros, y esperamos continúe por muchas décadas”.